lunes, 29 de septiembre de 2008

Ni santidad ni estigma en la miseria. Hernán Zin.

Hace días os enlacé a una entrevista con Hernán Zin, reportero de guerra....en el cuaderno de guerra que está haciendo en 20 minutos he leído esto....me parece interesante porque si es cierto que es habitual en algunos sectores,religiosos y no religiosos, nos venden la India como el sumun de la espiritualidad....me quedo con esta visión....

Ni santidad ni estigma en la miseria

En la entrada al barrio de chabolas, entre decenas de bártulos, sobresale un bidón de plástico blanco. En su interior se vislumbra la lóbrega silueta de una gallina que, a pesar de la asfixia, no deja de moverse. Picotea nerviosa las paredes de la estrecha prisión en la que está atrapada.
A primera vista podría parecer un acto de inmensa crueldad encerrar a un animal de esa forma, sin dejarle espacio para que respire, si no fuera porque las vidas de sus dueños resultan igual de sofocantes.
Pocos lugares más denigrantes he conocido en esta ciudad que no se caracteriza justamente por el civismo y el respeto a la dignidad humana. Debajo del puente que flanquea el crematorio de Kalighat, y que cruza uno de los tantos cursos de agua hedionda que corren en paralelo al río Hoogly, decenas de familias han construido sus casas con chapas, cartones y telas raídas.
Demás está decir que el sitio se encuentra sitiado a perpetuidad por la penumbra, que cuando las aguas crecen se anega de materias fecales, que el constante paso de coches, autobuses y camiones genera un ruido ensordecer.
Los niños presentan un aspecto sombrío, poco sano, ajenos a la luz y rodeados de ratas y basura. Las madres, a pesar de los esfuerzos que realizan por llevar una existencia lo más normal posible, tienen los saris harapientos, sucios.

En busca de Dipti

Pregunto por Dipti Porchás, a quien conocí hace un año y cuya historia rodé para este periódico. Sé que murió hace cuatro meses. Una mujer, con el rostro quemado, me mira indiferente. "Dame dinero", musita en bengalí.
Otra, que encuentro en el sombrío interior de una chabola, empieza a contar una historia deshilvanada, que no tiene sentido. A nuestras espaldas, rompe una pelea. Dos vecinas se insultan a gritos.
Finalmente, Baby Mondol, una joven de 20 años y madre de tres hijos, cuyo marido trabaja conduciendo un rickshaw, me habla de Dipti Porchás mientras cocina.
No escucho un relato cándido, de esos que algunos autores suelen escribir acerca del supuesto virtuosismo de los pobres. Al contrario, es una narración de brutal indiferencia.
Pensar que la miseria entraña cierto halo de santidad resulta tan equivocado como considerar que la India - donde la gente muere en las puertas de los hospitales sin recibir ayuda, donde los cadáveres quedan durante días tirados en la acera sin que nadie los levante, donde el racismo es el pan de cada día -, pudiese llegar a ser la meca de la espiritualidad.
Claro que hay gente que, a pesar de la pobreza, sorprende por su generosidad, por su entereza. Pero se trata de algo anecdótico. No creo que debamos observar a la miseria ni como estigma ni como bendición. Quienes están atrapados en ella hacen lo que pueden por subsistir. Admirable y reprobable. Bueno y malo. Sólo debemos verla como el vergonzoso resultado de nuestro fracaso colectivo.

Hernán Zin. http://blogs.20minutos.es/enguerra/

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