martes, 22 de diciembre de 2009

La teoría de las cuerdas o los pelos de chocho....mi pensamiento explicado en un post de otro....

Debido a mi actual situación emocional llevaba bastante sin acudir a un blog que me encanta debido a su capacidad de explicar con un lenguaje llano lo que el resto hace muy complicado.

El caso es que ayer retomé su lectura y encontré una maravilla de post sobre algo que comparto casi al 100% que explica con una sencillez y una claridad que para mi quisiera yo....


Muchas veces había iniciado algún escrito con el deseo incial de explicar los temas que se abordan en éste post y expresar mi filosofía sobre el asunto que realmente es muy parecida a la que se cuenta ahí.


La de veces que en casi 34 años habré escuchado -"dramatizas!".....y un huevo!, digo yo....pero claro, a ver como lo explicas....pues el autor del blog "El sentido de la vida" me ha ahorrado la decepción de no plasmar lo que pasa por mi cabeza y con el post Eppur si muove ha conseguido que me sienta reflejado enormemente en ese escrito y, aunque sea en las palabras de otra personas, explica muchas cosas que hasta ahora o no he sabido explicar o no se han querido entender....


Os pego el texto, pero os recomiendo firmemente que paseis e investigueis este delirio total y absoluto en forma de blog que es El sentido de la vida.


"Eppur si muove

Desde hace ya aproximadamente treinta años, los físicos andan revolucionados con la teoría de cuerdas; lo que sería un modelo fundamental de la física, la idea que todo lo explica. El santo grial. La panacea. Esta teoría afirma que todas las partículas son en realidad expresiones de un objeto básico unidimensional extendido que recibe el nombre de "cuerda". En mi limitado entender, creo que comprendo el motivo de tanta revolución. Lo que de verdad quiero ver son las caras de estos físicos cuando, en diez o veinte años, completen el puzzle y se den cuenta de que no son cuerdas; son pelos de chocho.

Yo debía de tener siete u ocho años y sin embargo lo recuerdo como si hubiera sido hace un cuarto de hora y se hubiera tratado de una experiencia próxima a la muerte. De semejante manera quedó aquel suceso grabado a fuego en mi memoria.
Estaba solo en casa. Mi padre debía de estar haciendo garbanzos y mi madre comprándolos en el supermercado, así que yo correteaba por casa en modo explorador. Sin saber muy bien por qué, llegué a la habitación de mis padres.

El dormitorio era amplio. En un lado estaban los aparejos clásicos de dormir, mientras que en el otro mi progenitor se había habilitado un rincón-despacho en el que tenía una gran mesa y una enorme estantería de madera negra. Me puse a rebuscar entre los trastos que allí había.


Mi padre tuvo una época en la que se interesó por la fotografía erótica. Supongo que por eso siempre quise fotografiar modelos. En una estantería de casa todavía conserva algunas revistas de esa época. Veinticinco años antes, aquella solitaria mañana, deslicé mis púberes dedos sobre aquel material con la curiosidad de la infancia y extraje una de aquellas revistas. Todavía recuerdo la portada como si la tuviera delante.


Era una revista francesa. "Photo", rezaba el título en enormes mayúsculas amarillas de cantos agudos. La satinada portada mostraba en su parte inferior a una chavala que, imagino que untada en aceite, tomaba el sol tumbada en una hamaca frente a la cristalina piscina de lo que bien podría ser una villa francesa. La chica lucía unas enormes cotufas que, ungidas en algo viscoso, relucían fulgurantes como dos flanes puestos al sol. Y de repente me sucedió.


Aquel pingajo de carne que me servía para mear, aquello que me diferenciaba de mi hermana, se había puesto tenso como un cable de acero, duro como la porra del policía antidisturbios que se hunde en la carne del manifestante gordinflón. Sosteniendo la revista con la mano derecha, usé la izquierda para bajarme los calzoncillos y observar con más detalle lo que me estaba pasando. Miré unos momentos y después, con el pulgar, empujé la punta hacia abajo. Mi tenso penecillo se escurrió bajo el dedo y volvió a apuntar al techo como un resorte. Entonces empezó a doler.

Mi conocimiento del dolor hasta aquellos instantes de mi vida era limitado. Si cuando nací me dolió, lo cierto es que no lo recuerdo. Unos años después había descubierto el asma y me habían estado pinchando durante meses en días alternos. Si aquello había dolido, era apenas una caricia comparado con lo que estaba experimentando en aquel momento. Era como si me hubieran practicado un segundo agujero del culo cinco centímetros más adelante y me hubieran enchufado un tubo conectado a una bomba de succión que hubieran puesto en funcionamiento a diez atmósferas. Todas mis tripas, desde los intestinos a los pulmones, y también todos aquellos órganos que todavía desconocía, eran succionados hacia abajo con una fuerza que ni siquiera había sido capaz de concebir antes. El cerebro estaba atascado a la altura del cuello. Era como si un agujero negro se hubiera abierto detrás de mis testículos y todas las tripas quisieran precipitarse a su interior, con el evidente malestar que algo así puede suponer. Era como si por aquel agujero de otra dimensión se hubieran introducido unas manos invisibles que me aferraban el interior y amenazaban con llevárselo a otra parte a cualquier precio. Yo no podía hacer nada.

Estaba indefenso, inerme. El dolor era sordo. Intenso. Amargo. Incesante.

Una fuerza.

Y allí estaba yo, de pie en el dormitorio de mis padres, con aquella revista entre las manos. Las piernas temblorosas, mi ojos de tierno infante clavados en aquellos enormes flanes expuestos al sol. Era incapaz de moverme, atenazado por un dolor desconocido y paralizante que emanaba de mi interior sin ningún tipo de razón aparente.

Después de un interminable e infernal minuto, al fin pude recuperar la movilidad. Dejé la revista en su sitio y corrí asustado a mi cuarto. Estaba sorprendido, estaba confuso, estaba amargo como una de esas almendras que salen chungas.


Había ido al jardín de infancia. Llevaba ya varios años de educación escolar. Me habían enseñado a leer y me habían enseñado álgebra básica, pero nadie me había avisado de aquello. Nadie me había hablado de aquella fuerza desconocida que había surgido de mi interior. Nadie me había prevenido de aquel descomunal dolor. Después me rompí un brazo. Años después tuve la rubeola y me recuerdo tirado en el patio con la sensación de tener la cabeza encajada en una prensa hidráulica. Tanto en el resto de mi infancia como en la adolescencia tuve la ocasión de experimentar profusamente el dolor físico, pero nunca volví a sentir nada como lo de aquella mañana. Se lo puedo asegurar. Desgarrador es la primera palabra que me viene a la mente.


La mente. La mente asocia cosas. Ese es su trabajo. A con B; este estímulo con esta reacción; dos más dos cuatro. Eso es lo que hace. En eso consiste su potencial. Peras y manzanas, sillas y mesas. Recuerdos. Lo junta todo. Le da igual. Junta imágenes del pasado en un momento sin importarle que estén separadas veinticinco años.

Ella y yo caminábamos por un puente. Igual que recuerdo las mayúsculas amarillas de cantos agudos y los flanes al sol, recuerdo mi plumífero rojo, su abrigo verde, mis botas sobre el asfalto gris como el cielo, el frío del carajo, las vigas de acero con remaches de cabeza redondeada, la estación de trenes a la izquierda, el río deslizándose desde la derecha hacia la estación de trenes, la corriente tan lenta que parecía que estaba parada, la foto que había hecho dos minutos antes, su semblante serio, los coches en dos direcciones, el viento cortante, el hambre que tenía, lo amargo que me sentía, los pájaros en el aire, las manos en los bolsillos.

Nos conocíamos de hacía poco. Todo había empezado como en un sueño y después, en algún impreciso momento, se había precipitado contra el suelo haciéndose añicos como una casa de muñecas que cae desde un noveno piso. Un muro invisible se estaba levantando entre nosotros. Cada vez follábamos menos. Cada día me sentía peor que el anterior.

No recuerdo por qué le conté la historia. Supongo que sería chantaje emocional, como diría ella. La mente asocia; eso es lo que hace. El inconsciente opera incesantemente. El Tyler que todos llevamos dentro, ese pasajero oscuro y desconocido, hace sumas y restas sin parar, mueve hilos, traza planes y pone bombas, te lleva por caminos que desconoces. Y lo acepto. No lo hagas y verás lo que te pasa.

El caso es que, mientras cruzábamos el puente en aquel gélido día gris de mierda por muchas razones, le conté lo que me había sucedido veinticinco años antes. La solitaria mañana de exploración infantil, la revista, las letras amarillas de cantos agudos, los flanes al sol. Trataba de explicarle lo que nos pasa a los hombres con el sexo. Aquella fuerza desconocida incluso para nosotros, capaz de atenazarnos, de paralizarnos, de convertirnos en gilipollas perdidos en el momento más imprevisto. A medida que se sucedían las palabras, empecé a revivir con intensidad todo aquello. El dolor, la angustia, el segundo agujero en el culo y la bomba de succión a diez atmósferas, la amargura en las tripas, el agujero negro y las manos de otra dimensión que te prenden los intestinos para llevárselos a un lugar que ni siquiera existe. La parálisis, la amargura de la almendra chunga.

Hay una fuerza.


A medida que revivía todo aquello, las sensaciones y emociones se reflejaron en mi rostro. Mi cuerpo se encorvó. Mi cara se convirtió en la de alguien que está chupando un limón, en una mueca grotesca mezcla de sorpresa, confusión e indefensión. La voz me temblaba. Estaba, como se suele decir comúnmente, hecho una mierda. El sabor de la almendra chunga había terminado por impregnar cada una de mis células. Entonces ella me interrumpió. Dijo, concretamente:

—¡Estás dramatizando!


Alguna vez antes me habían dado una bofetada con dos palabras, incluso con menos. Alguna vez incluso me habían dado una bofetada sin palabras. Me sentí como si me hubieran despertado de un sueño, como si me hubieran tirado un cubo de agua por encima. Le estaba contando uno de los episodios más secretos y agónicos de mi vida y ahora resultaba que estaba dramatizando. Había, sin duda, que joderse.


Como si mis sentimientos fueran ropa sucia, hice una bola y seguí caminando. Con razón me ha costado tanto tiempo encontrarlos entre tanta camisa con churritones y tanto calcetín sudado. Seguí caminando con el puente, con el río, con los pájaros, con el día gris de mierda y con el frío del carajo. No hay tarea más vana en la vida, no hay empresa más futil, no hay expectativa más irreal, no hay esfuerzo más jodido y amargo, que el de intentar que alguien te entienda.


Los franceses tienen una frase: “espíritu de escalera”. En francés, "esprit de l’escalier". Se refiere a ese momento en que uno encuentra la respuesta pero ya es demasiado tarde. Digamos que usted está en una fiesta y alguien le insulta. Bajo presión, con todos mirando, usted se queda mudo o dice algo tonto. Pero cuando se va de la fiesta, cuando baja la escalera, entonces... la magia. A usted se le ocurre la frase perfecta que debería haber dicho. Ese es el espíritu de la escalera.


A veces el espíritu de la escalera tarda más de diez minutos en aparecer. Más de diez horas. Más de diez días. A veces tarda meses. Y no siempre es tan mágico. A menudo, aun después de esperar tanto tiempo, el espíritu de la escalera aparece para susurrar algo chabacano, algo rudimentario, algo ni mucho menos brillante. Pero después de tanto tiempo, por fin sé lo que le debería haber dicho, esa secuencia ideal, esa frase perfecta. Hubiera sido algo así:

—¿Dramatizando?, ¿dramatizando? Qué cojones, querida amiga, sabrás tú.


Lo sé, lo sé. Tiene poco lustre. No es nada brillante. No pasará a la historia ni la imprimirán en tinta electrónica los libros de texto del futuro. Si alguna vez un astronauta pone un pie en Marte ni siquiera dirá "Qué cojones sabrás tú". Pero refleja bien lo que sentí en aquellos momentos, y resume de manera certera lo que quiero transmitir ahora, por vano que sea el intento. El mensaje, que tampoco es brillante, viene a ser algo así:


"Para hablar de pollas, primero hay que tener una"


Yo la tengo, por bendición por castigo, y si quieres aprender algo al respecto, escucha. Ni tengo la verdad absoluta ni lo pretendo. Simplemente siento cosas y tengo la capacidad de contarlo. Si alguna vez te interesa saber lo que es tener un pene entre las piernas, escucha. Si no, evita juzgar y sigue tu camino. Hay campo para todos.


He conocido algunas mujeres en mi vida. Muchas o pocas, siempre depende de cómo se mire y quién lo haga. De todas ellas, a una le tengo especial cariño. Y es curioso. No le tengo ese enorme aprecio porque me tratara como a un rey, ni porque se esforzara en ponerme la alfombra roja cada día y a menudo lo consiguiera, ni porque cuidara de mí como lo hizo, ni porque me diera todo el sexo que podía necesitar. Le tengo especial cariño porque me escuchó, porque mostró interés por lo que contaba. Porque me prestó atención, porque trató de comprenderme. De ahí, curiosamente, nace la mayor parte de mi cariño hacia ella.


No digo que sea fácil entenderme. No es fácil comprender a nadie, y probablemente entenderme a mí sea algo más complejo de lo habitual. No suelo hablar de fútbol. A ella le costó seis meses empezar a unir puntos y hacerse una idea de mí y de mis historias, pero desde el principio puso interés. Me tomó en serio, y creo que no se puede hacer nada más maravilloso por nadie. No sé si alguna vez nos llegaremos a entender completamente. Después de todo es una tarea estéril y yo cada vez opto por tomarme menos en serio a mí mismo. Pero ella hizo el esfuerzo y es lo que, a día de hoy, más le agradezco y aprecio. Supongo que es por eso que aprendemos tanto cada vez que hablamos. Todo un ejemplo para mí.


Woody Allen dijo:
"Hay dos cosas importantes en la vida: una es el sexo, y la otra no me acuerdo"


David DeAngelo dijo:
"Quiero que veas el mundo como una gigantesca danza de apareamiento. Quiero que te pongas esas gafas y empieces a observar a través de ellas, y quiero que empieces a sacar conclusiones a partir de ahí"


Freud dijo:
"Hay dos cosas que mueven a la humanidad: una es el sexo, y la otra las ansias de grandeza"


Yo, qué quieren que les diga, es cuando miro el mundo desde esa perspectiva cuando me encajan el mayor número de piezas, cuando todo este asunto de la vida adquiere un poco de sentido. Quizá sea demasiado sencillo, y quizá sea poco elegante. Quizá sea incluso triste. Nadie nos dijo nunca que la verdad nos fuera a gustar.


Hace cosa de un año estaba sentado al sol con mi padre. Teníamos pensado ir al cine por la tarde. Habíamos comido y en aquellos momentos nos habíamos terminado los cafés en una terraza y andábamos trasegando una copa de coñac cada uno. Se estaba muy bien. Mi padre decía:


—Hay un momento en la vida en que el impulso sexual al fin remite, y es un alivio. Yo no entiendo a la gente que toma Viagra para que se le ponga gorda, para cumplir con la mujer, para seguir siendo hombres, para poder contarlo a los amigos. Es todo lo contrario; se trata de una liberación.


Ojalá un día todos los hijos del mundo puedan tener un padre como el mío. Las cosas irían mejor. Soy un tipo con mucha suerte.


Una liberación, vaya que sí. Entendí a mi padre como sólo desde hace unos años le puedo entender. Supongo que porque hago el esfuerzo, porque escucho. En algún sitio lo he aprendido. Una liberación. Con razón los monjes tibetanos, desapegados de todo, lucen una sonrisa permanente en el rostro. El mero hecho de desapegarse del sexo ya debe de ser un subidón. Con mi mentalidad moderna siempre tiendo a buscar la vía rápida, y hay días en que me entran ganas de cortármela, tirarla por la ventana y olvidarme del asunto para siempre.


La teoría de la gran unificación de la física, la llamada teoría de cuerdas, intenta unir en un único marco teórico las interacciones nuclear fuerte y nuclear débil, y la fuerza electromagnética. Esta teoría de campo unificado se halla todavía en proceso de ser comprobada. La teoría del todo es otra teoría de campo unificado que pretende proporcionar una descripción unificada de estas fuerzas fundamentales.


Cuando uno lo piensa bien, en el Universo no hay más que cosas que, o bien se atraen o bien se repelen. Todo se puede resumir en una fuerza que cambia de sentido. A mí, qué quiere que le diga, después de darle tanta caña al colisionador de hadrones, después de tanto tute al famoso LHC, después de tanta avería y tanta repuesta en marcha, no me extrañaría nada que al final se encuentren con que el bosón de Higgs no es más que un pelo de figa. La realidad es virtual y vivimos en el gran coño del Universo. Menuda cara se nos va a quedar a todos.


Y eso es, ni más ni menos, en mis burdos y torpes términos, lo que trataba de explicarle aquella mañana sobre el puente gris en un día gris de mierda y con un frío del carajo. Hay una enorme fuerza que no sé si lo explicará todo, pero explica muchas cosas. Yo la he sentido, y es terrible. Demoledora.


Hay una fuerza que explica los celos, los odios, que justifica la maldad, que hace subir y bajar bolsas, que lanza ejércitos a la batalla, que provoca guerras, que deja miseria a su paso, que hace que los ríos se llenen de mierda y los niños se mueran de hambre al sol. Si eres una mujer, hay una fuerza que explica por qué los tíos te miran por la calle, por qué te dicen piropos, por qué se ofrecen a llevarte en coche, por qué te llevan a cenar, por qué te hacen regalos, por qué llevas la vida que llevas, por qué te permites hacer la mayor parte de las cosas que te permites hacer. Explica por qué te gustan las pulseras, los pendientes, los collares y los anillos; por qué te gustan los zapatos y ponerte escote; por qué envidias las tetas más grandes que las tuyas y por qué tardas una hora en salir del baño. Esa fuerza te define a un nivel más básico del que te imaginas; moldea tu ego femenino y te dice quién crees que eres. Es imposible que te expliques a ti misma sin estos números, sin estas fórmulas. Buena suerte. Pocos hombres se molestarán en ponerte los apuntes encima de la mesa porque les viene muy mal para sus planes. Y a este paso, pocos hombres lo volverán a hacer.


Hay una fuerza que no explican los libros de texto ni los que reposan en las estanterías. Ni siquiera se ve, sino que se siente. Aunque puede que alguien lo haya expresado antes en estos términos, nunca lo he leído por ahí. Y me parece fundamental ser consciente de esta fuerza, conocerla, aceptarla, entenderla y manejarla. A estas alturas de la vida sé poco del amor, palabra y concepto pisoteado, denostado y vapuleado una y otra vez. Pero si buscas al menos un rayo del mismo, te conviene saber de esta fuerza para ser capaz de separar el grano de la paja. La mayor parte de la gente habla de amor cuando quiere decir sexo. Confunde actos de amor con manifestaciones de esta fuerza. Ambas cosas tienen, en mi modesta opinión, poco que ver. En el fondo, muy en el fondo, todos lo sabemos. Otra cosa es que lo queramos aceptar.


Todo cambio de paradigma es siempre, por definición, doloroso. Nos identificamos con nuestra visión del mundo, con nuestras creencias y con nuestras ideas y, cuando alguien las sacude, nos sentimos atacados y reaccionamos a la defensiva.


Un día todos creíamos que la tierra era el centro del Universo y que los planetas e incluso el sol daban vueltas alrededor de la misma. Y al día siguiente aparece Galileo y dice que no, que la tierra no es el centro de nada y que damos vueltas alrededor del sol.


—¡Estás dramatizando! —le debieron de decir. Seguro.


No me extraña que el tipo, hoguera arriba hoguera abajo, afirmando y retractando, al final se girara y les dijera: "Eppur si mouve" (Y sin embargo se mueve). Sería el espíritu de la escalera.


Otro día la tierra dejó de girar alrededor del sol para girar alrededor de nuestros ombligos, pero esa es otra historia y deberá ser contada en otro momento.


Y al fin, otro día, Einstein se presentó en público para decir que la propia geometría del espacio-tiempo se ve afectada por la presencia de materia.


—¡Estás dramatizando! —le dijeron.


—Po fale —contestó.


Hay una fuerza, yo la he experimentado. No me hacen falta instrumentos ni medidas. No necesito números ni fórmulas. No necesito el método científico ni el certificado de nadie. La he sentido, y lo sigo haciendo. Y es demoledora. Buena suerte si buscas a alguien que te hable de ella.


—¡Estás dramatizando!


Po fale.


Eppur si mouve.

Por GonzoTBA el 20/12/2009"

jueves, 10 de diciembre de 2009

'En defensa de los derechos fundamentales en Internet'


Ante el nuevo anteproyecto de ley en el que se contemplan modificaciones que pretenden recortarnos libertades y el libre ejercicio de acceder a la información y a la cultura, entre otras cosas, por la red de redes manifiesto totalmente mi desacuerdo con semejante aberración y me sumo al siguiente manifiesto:

1.- Los derechos de autor no pueden situarse por encima de los derechos fundamentales de los ciudadanos, como el derecho a la privacidad, a la seguridad, a la presunción de inocencia, a la tutela judicial efectiva y a la libertad de expresión.

2.- La suspensión de derechos fundamentales es y debe seguir siendo competencia exclusiva del poder judicial. Ni un cierre sin sentencia. Este anteproyecto, en contra de lo establecido en el artículo 20.5 de la Constitución, pone en manos de un órgano no judicial -un organismo dependiente del ministerio de Cultura-, la potestad de impedir a los ciudadanos españoles el acceso a cualquier página web.

3.- La nueva legislación creará inseguridad jurídica en todo el sector tecnológico español, perjudicando uno de los pocos campos de desarrollo y futuro de nuestra economía, entorpeciendo la creación de empresas, introduciendo trabas a la libre competencia y ralentizando su proyección internacional.

4.- La nueva legislación propuesta amenaza a los nuevos creadores y entorpece la creación cultural. Con Internet y los sucesivos avances tecnológicos se ha democratizado extraordinariamente la creación y emisión de contenidos de todo tipo, que ya no provienen prevalentemente de las industrias culturales tradicionales, sino de multitud de fuentes diferentes.

5.- Los autores, como todos los trabajadores, tienen derecho a vivir de su trabajo con nuevas ideas creativas, modelos de negocio y actividades asociadas a sus creaciones. Intentar sostener con cambios legislativos a una industria obsoleta que no sabe adaptarse a este nuevo entorno no es ni justo ni realista. Si su modelo de negocio se basaba en el control de las copias de las obras y en Internet no es posible sin vulnerar derechos fundamentales, deberían buscar otro modelo.

6.- Consideramos que las industrias culturales necesitan para sobrevivir alternativas modernas, eficaces, creíbles y asequibles y que se adecuen a los nuevos usos sociales, en lugar de limitaciones tan desproporcionadas como ineficaces para el fin que dicen perseguir.

7.- Internet debe funcionar de forma libre y sin interferencias políticas auspiciadas por sectores que pretenden perpetuar obsoletos modelos de negocio e imposibilitar que el saber humano siga siendo libre.

8.- Exigimos que el Gobierno garantice por ley la neutralidad de la Red en España, ante cualquier presión que pueda producirse, como marco para el desarrollo de una economía sostenible y realista de cara al futuro.

9.- Proponemos una verdadera reforma del derecho de propiedad intelectual orientada a su fin: devolver a la sociedad el conocimiento, promover el dominio público y limitar los abusos de las entidades gestoras.

10.- En democracia las leyes y sus modificaciones deben aprobarse tras el oportuno debate público y habiendo consultado previamente a todas las partes implicadas. No es de recibo que se realicen cambios legislativos que afectan a derechos fundamentales en una ley no orgánica y que versa sobre otra materia.

(Imagen: Eneko / 20minutos.es)

martes, 24 de noviembre de 2009

Ramón Lobo, profesionalidad hecho periodista

Llevo tiempo pensando sobre como retomar la rutina de escribir medio habitualmente y actualizar éste blog, medio abandonado con otros proyectos paralelos....el caso es que no caí en que el tema estaba mucho más cerca de lo que parecía.

Uno de los blogs del que me suelo empapar recientemente está realizado por un periodista, Ramón Lobo, al que he tenido la gran suerte de escuchar en 2 charlas sobre el periodismo de guerra, faceta a la que se dedica desde hace mucho tiempo y que realiza con una dignidad y una profesionalidad a la que yo no he encontrado semejanza en la profesión.
El blog se llama En la boca del lobo y recoge sus viajes a la guerra, sus artículos de opinión política o simplemente sus reflexiones o recomendaciones a titulo personal.

Estando como está el periodismo en general es enriquecedor escuchar y nutrirse personalmente de alguien con tantas experiencias, tanto conocimiento sobre la vida y tantas ganas de contarlas a los demás sin más pretensión que eso, contarlas....

Solamente su apartado "Quien creo que soy" ya es toda una experiencia de buen hacer y lo que es más importante una personalidad y una cabeza con las cosas muy claras, sobre él mismo y los demás. Pero sobre todo de uno mismo, lo más importante y que tanto cuesta ver hoy día.

Estos días he estado leyendo sus cuadernos de Kabul publicados por El Pais y colgados en su blog y realmente es abrumador tanta facilidad para comunicar pero un lujo absoluto poder acceder a gente que con esa facilidad muestre mundos tan distintos para entender que quizás, en la esencia no nos diferenciamos tanto. Recomiendo esos cuadernos, tanto como los otros existentes como ejercicio de reflexión sobre la naturaleza de ser humano pero también por lo que uno aprende sobre uno mismo.

Espero que lo disfrutéis tanto como lo hago yo. Como muestra os dejo uno de sus últimos escritos de este último viaje a Kabul:

Cuadernos de Kabul: Zabur, el volador de cometas


"Cuando Zabur mira al cielo no ve dioses ni princesas ni dragones ni sueños, sólo ve un vacío preñado de nubes y vientos en los que un buen volador de cometas sabrá jugar con la altitud y los cambios de dirección exactos para cortar las de los demás. "A veces tengo suerte y consigo derribar diez en un día. Otras no tengo tanta y me derriban a mí", dice con los ojos muy abiertos, redondos, como si llevara el susto dentro del cuerpo. Zabur tiene 11 años y la mirada cansada, triste, casi de anciano, porque a veces con sólo ver desgracias se envejece. Sus ojeras, dos bolsas que se pliegan, delatan una vida de escasez, que cuando lo esencial no llega, el paso del tiempo es otro, deja huellas y cicatrices.

Zabur va al colegio. Le gusta aprender dari, la lengua nacional emparentada con el farsi de Irán. En un mundo de analfabetos como Afganistán, saber leer y escribir representa un salto social, pasar de la miseria a la pobreza, que diría Marx, Groucho Marx. Le apasiona el colegio porque aprende más cosas: "Me gusta mucho el inglés y el santo Corán", asegura sin dejar escapar un sentimiento, un atisbo de sonrisa, escondido siempre detrás de su cometa azul llena de magulladuras. Cada herida, una tirita de celofán. "Esta cometa cuesta 15 afganis", dice. Con un dólar se podrían comprar tres y guardar algo para caramelos. Es el único que tiene y sabe que no está para sobrevivir a muchas más derrotas en el cielo de Kabul.

Los talibán, que significa estudiantes de religión, la tomaron con las cometas. Las prohibieron al llegar al poder en 1996. Hacer volar una en el cielo era, al parecer, pecado, un desafío inadmisible a Dios, el único que puede ocupar el espacio celestial. También prohibieron la música, la televisión y el cine, incluso el cine sacro. Eran obligatorias las barbas en los hombres y el burka en las mujeres.

El periodista estadounidense David Rohde, que estuvo secuestrado siete meses y diez días por los talibán, cuenta en un libro recién publicado en Estados Unidos, que sus captores le pedían canciones pop occidentales y mientras que él tarareaba piezas demoníacas como She loves You de los Beatles, sus secuestradores hacían los coros. Quizá la distancia no sea tanta cuando se cae la máscara.

Cada cometa que vuela en Kabul, y son muchas estos días de finales de otoño en los que el invierno asoma en forma de nieves en las montañas, es un desafío, un grito de libertad. Los miles de niños Zabur que corren y gritan por las calles de esta ciudad, por los cementerios y las terrazas, son antídotos vivientes contra la intransigencia de los adultos, contra la guerra. Cada uno convertido en un émulo del escritor Jaled Hossein.

"Todo depende del nailon", explica Zabur. "Si es bueno y sabes hacer volar la cometa cortarás muchas de las que están cerca de ti. Si el nailon no es bueno sólo conseguirás golpear a la otra cometa, nunca derribarla". Uno bueno cuesta más que una cometa. Dependiendo del gusto y las manías del volador de cometas son necesarios mil o dos mil metros. "Cuando corto una, el otro niño no se enfada. No dice nada. Sólo recoge la suya y se va a casa. Cuando me cortan a mi tampoco me enfado. Sólo recojo mi cometa y voy a casa a pegarle celo en los rotos. Sólo juego los viernes que hay viento. En los demás días voy al colegio".

El niño Zabur tarda en coger confianza en la conversación. Al principio se protegía con la cometa como si ésta fuese un escudo. Ahora, al final de la charla, como si ya no temiera una pregunta difícil, sonríe tímidamente. Sus ojos redondos con el susto dentro están colorados y lagrimean por el polvo. "No me pasa nada. Los tengo así de mirar tanto al cielo. Hoy he jugado tres horas seguidas". Cuando el extranjero se va, Zabur mira en su mano el valor de tres cometas nuevas, o una sola con el mejor nailon que se pueda comparar en todo Kabul. Esta vez Zabur parece muy feliz."

http://www.ramonlobo.com/

sábado, 7 de noviembre de 2009

martes, 25 de agosto de 2009

Operación Pandemia

Documental del argentino Julián Alterini, cogido del blog de Josetxu . Y es que ya está uno harto de que le metan el miedo en vena cada vez que les viene en gana forrarse de dinero.
Para todos aquellos que piensan que vamos a morir todos en 2 años victimas de la gripe del cerdo, igual que antes ibamos a morir de la de las aves o la de la vaca loca....por lo menos da para reflexionar un poco.

Ya está bien de dejarse acojonar a las primeras de cambio. Aterrorizan los muertos de malaria por ejemplo y nade mueve un dedo....
Os dejo el documental, es interesante....sobre todo si alguien tiene dudas de dónde parte esto.

lunes, 27 de julio de 2009

De Noviembre a Noviembre

Año y medio de autobuses, de horas de viaje Madrid - Granada sin más compañía que mis auriculares. Me pasaron su maqueta y conocí ésta canción.

Posteriormente lo conocí a él. Ahora es mi hermano.

La de tiempo sin querer cantar ésta canción....quien sabe porqué. Alguna extraña razón que sólo los cantautores conocerán seguramente....

El caso es que el sábado, por fin, en un precioso concierto junto a Kino Maján la volvió a cantar. Gracias Adán Latonda....sin ti seguro no hubiera sido posible (ya aprendí a no pedir ninguna puñetera canción que realmente quiera escuchar porque nunca la cantará si lo hago....también alguna extraña razón de cantautor, vaya usted a saber...allá los entienda Dios.).

Sin más, los astros se alinearon y la cantó...y de nuevo volvieron los recuerdos, los comienzos....la de vueltas que habrá dado ese CD..."20"....desde luego tiene un sitio especial en mi discoteca.

Me supo a gloria, y tuve a bien grabarlo más que nada porque pudo ser la última vez....De Noviembre a Noviembre, poema de José Rienda musicado por Fran Fernández:

jueves, 16 de julio de 2009

Flores Secas

A falta de darle vuelta a unos temas sobre los que me gustaría postear....os dejo con una canción del gran Carlos Chaouen.... Flores secas, una delicia:




Hay flores secas en esta mañana
y una resaca de pasarme de ti
me entra frío en el porvenir
no tengo abrigo y cierro la ventana.

No tengo fe en el exceso de ganas
no tengo ganas de hacerme el café
y he derruido el castillo de arena
y con el fango me he hecho una muralla en la piel.

Estoy pensando en musas y arañas
a ver si alguna deja de tejer
y confecciona un jersey de lana
para el invierno tenerme algo que poner.

Y no me eches de menos
que el recuerdo es un veneno
yo vivo en la soledad
con tanta gente que me da miedo
siempre nos quedará un alto el fuego
una bandeja de plata y un mar de cristal
y un par de besos ante el espejo
y un rostro nuevo como zapatos viejos.

Con el sabor de tu caverna de carne
a caramelo se va el último tren
hay una fuente y detrás una sed
y entre tus pies se va perdiendo la tarde.

Quizás turista buscando la playa
cógeme del bolsillo azul un papel
me he enamorado de la chica de ayer
detras del grifo, tienes una raya y tu carnet.

Y no me eches de menos
que el recuerdo es un veneno
yo vivo en la soledad
con tanta gente que me da miedo
siempre nos quedará un alto el fuego
una bandeja de plata y un mar de cristal
y un par de besos ante el espejo
y un rostro nuevo como zapatos viejos.

Hay flores secas en esta mañana
y una resaca de pasarme de ti
me entra frío en el porvenir
no tengo abrigo y cierro la ventana.